18 de julio de 2013

FÚTBOL – Mi fichaje por el Atlético de Madrid

Rivilla publica en 1969 sus Memorias en El Mundo Deportivo (II)

Una alineación del Atlético de Madrid. Rivilla es el 1º por la derecha de la fila superior
@deportesavila / Tras salir del Real Ávila y recalar en el Atlético de Madrid, Feliciano Muñoz Rivilla tuvo que pasar la travesía de ser cedido a varios equipos. Por fin en el año 1957 se incorpora definitivamente a la plantilla del primer equipo rojiblanco y comienza una andadura de 11 años seguidos vistiendo la camiseta colchonera de forma ininterrumpida, viviendo las mayores glorias y también alguna decepcion con el equipo madrileño. Desde la delantera retrasó su posición hasta afianzarse como uno de las mejores defensas derechas que ha tenido el fútbol español. Recuerda a sus entrenadores en el conjunto atlético, en especial a José Villalonga, que también le dirigió en la selección nacional y con el que conquistó un buen número de títulos.

La temporada 1957-58 fue la de mi consagración. Por fin, terminarán la serie de cesiones y me vi incluido, al principio de la ronda, en la lista de elegidos por Fernando Daucik, a la sazón entrenador rojiblanco. De todas formas, no tenía puesto en el equipo todavía. El primer partido de Liga se celebró en Madrid contra el Oviedo. El medio derecho era Rafa y tuvo la mala suerte de que lo expulsaran. Aquí me llegó la primera oportunidad. El miércoles siguiente jugaba el Atlético de Madrid en Irlanda un partido de Copa de Europa contra el Drucondra. Y allí debuté. Ganamos 5 a 1 y me salió un partido estupendo. Yo ya no era interior. Seguiría jugando en el Atlético, pero habría de cambiar nuevamente de puesto. Fue en otro partido de Copa de Europa, en Chamartin, frente al Schalke. Se había lesionado Verde y pasé yo a ocupar su puesto. Ganamos 2 a O, Ya me consagré como el defensa derecho del equipo, pues Verde había pensado ya en retirarse y la lesión aquella le retiró del equipo.

ONCE TEMPORADAS SIN PARAR

Salvo las lesiones normales, que en mí no fueron de importancia, jugué ya las once’ temporadas seguidas. Desde la 57-58 a las 67-68. Al final de ésta decidí retirarme porque mis negocios me lo exigían y ya no era el chaval que llegó del Rayo Vallecano. La actitud de mis padres, un mucho contrariados porque no seguí Derecho ni empecé siquiera Agrónomas, cambió por completo cuando cada semana era yo uno de los famosos que continuamente salía en los periódicos y en la Radio y casi siempre muy destacado. La fortuna en todos los órdenes había llegado por fin ‘a mi vida. Todos estábamos la mar de contentos.

Con la camiseta rojiblanca que vistiera
durante once temporadas
De mis años en el Átlético de Madrid tendría multitud de cosas que contar pero me veo obligado a resumir porque me haría pesadisimo contando anécdotasque me hartan eternizarme. Allí he pasado los mejores años de mi vida, con los ratos mejores y los peores, porque no sé si por suerte o por desgracia, he vivido con el club sus momentos más gloriosos y también los más amargos. Pero en fútbol siempre se sufre y se goza todo al mismó tiempo. La vida de nosotros los deportistas es un continuo examen de reválida. Es vivir pendiente en cada entrenamiento y en cada partido de conservar y aumentar el prestigio, de procurar siempre una superación y de conseguir triunfar tarde tras tarde, ante un público que lógicamente tiene que ser exigente porque para eso nos paga.

Mi esfuerzo en los partidos hizo un poco —perdonen mi inmodestia— que el Club Atlético de Madrid alcanzara en tres ocasiones —las únicas de su historia— la Copa del Generalísimo, en otra el Campeonato de Liga, la Recopa en 1962; y los heróicos Teresa Herrera, Mohamed V y el Colombino. He dicho que viví con el Atlético sus momentos más gloriosos. Para mi fueron los años 60 y 61, cuando conquistamos dos veces consecutivas la Copa del Generalísimo, ganándole la final al propio Real Madrid, en Chamartín, con los Di Stéfano, Kopa, Puskas, etc. Entonces el Real Madrid era un equipo que se permitía el lujo de perder algunos ‘partidos’ y daba la casualidad de que normalmente éramos los del At. de Madrid quien se los ganaba. Algo tendría el Atlético de aquellos dos años, digo yo.

LOS MOMENTOS AMARGOS

Junto a los momentos gloriosos, cuando ganábamos al Madrid las Copas del Generalísimo también pasamos ratos muy amargos. Porque la vida es asi en una alternativa constante de gozo y pena. Fueron muchos, pero la mayoría se han olvidado porque lo bueno siempre supera a lo desagradable. Pero el peor momento del Atléticó y mio (creo que siempre me identifi qué y me sigo identificando con los problemas del Club), fue en la temporada 63-64, cuando nos
preparaba Sabino Barinaga y el equipo se vio con siete negativos y camino de la Segunda División. Había llevado las rien das Tinte y cambiaron de «mister»: Barinaga súpó ‘dar un golpe psicológico que nos levantó a todos la moral y salvé el ‘escollo.

Fue la célebre cesión de Grosso por nuestros eternos rivales. Yo reconozco que Grosso es un chico estupendo —fue mi compañero de club y le conozco— y que hoy es un gran jugador. Pero entonces estaba empezando. Tenía veinte años y no más experiencia que la de los amateurs del Real Madrid y el Plus Ultra. Por eso tengo que decir que, aún sin Grosso, el Atlético se podía haber levantado por que tenía hombres de calidad. Pero nos levantó a todos la moral. Porque la habíamos pasado «canuta». Recuerdo el partido aquí contra el Murcia, en que íbamos empatados y pudimos ponemos en menos 8, que era la sentencia del descenso. Menos mal que ganamos el partido.

Rivilla jugando frente al Elche
De todas formas, los recuerdos gratos superan a los otros. Yo, al Atlético de Madrid se lo debo todo, porque allí me he hecho hombre y futbolista. He conocido tres, directivas. La primera fue una gestora que presidía don Jesús Suevos; la segunda la presidió don Javier Barroso, y la tercera, la actual, don Vicente Calderón. No quiero citar todos los nombres porque siempre me dejaría algunos.

Quiero desde aquí, darles las gracias a todos por tanto como han, hecho por mí. En el Atlé tico he encontrado siempre gran des amigós, que me lo han demostrado hasta después de dejar el fútbol. Porque lo bueno de este deporte y de militar en un club de tanta categoría, es que se conoce a mucha gente, que se viaja, que se aprende en todo y por todo y se gana, además de dinero, en trato social, en conocimiento de mundo y en todos esos órdenes humanos que son
tan importantes. Yo estoy muy orgulloso de haber militado en el Atlético; de haber estado bajo la dirección de sus directivos y técnicos, y muy agradecido por que de esto he sacado cuanto soy en la vida.

LOS ENTRENADORES

Debo un recuerdo especial a mis preparadores. De ellos, como de los compañeros del club y de los que tuve que marcar en los equipos contrarios, aprendí todo cuanto sé de fútbol. El primero de ellos fue, Agustín, en el Avila. Hoy es presidente del club. Luego vino Urquizu, en el Murcia. Paco Trinchant, en el Plus Ultra, y Cótón en el Rayo Vallecano, el, hombre que me quitó de la delantera y que, junto con Daucik, me fueron retrasando hasta colocarme en el puesto de defensa, en el que triunfé definitivamente. En el Atlético, además de Daucik, tuve a Villalonga, Tinte, Barinaga, Otto Bumbel, Otto Gloria, Escudero y Miguel. Creo, que no mc olvido de ninguno. Gracias a todos. Todos fueron buenísimos conmigo. Yo nunca tuve problemas con ellos. Yo iba a lo mío, que era entrenar y jugar, y a no buscar nunca tres pies al gato. Y en fútbol, esto puede ocurrir y ocurre casi siempre, porque, contra lo que la gente cree, en el fútbol las personas son buenísimas y los profesionales correctos y cumplidores. Si las cosas marchan mal algunas voces en el fútbol, es por culpa de los no profesionales, gente que viene al fútbol a mandar, que no saben de qué va la cosa y que acaban incordiando por todas partes.

Rivilla sostiene la Recopa de Europa con Collar. Entre medias el entrenador, Villalonga
Quiero destacar, siquiera sea por agradecimiento, el trabajo de Villalonga. Para mi fue mi mejor preparador. Como preparador físico es excepcional, y luego tiene unas indudables dotes de mando sin ser un déspota. Es un hombre recto y serio, condiciones que considero indispensables para ser un buen entrenador. En la selección nacional volví a tener a Villalonga como entrenador - seleccionador. Y otros muchos. Meana fue el que me descubrió y me sacó en un partido de promesas contra Italia que empatamos a cero en Madrid. Luego tuve a Escartin, Miguel Muñoz, Helenio Herrera, Hernández Coronado, Miró, Balmanya, etc. En esto de la selección perdí la cuenta y espero que me perdonen los señores de quienes ahora me olvido.

Dejé el Atlético de Madrid hace ya más de un año. El 30 de junio de 1968, al terminar mi contrato, no volví a firmar. Y de veras que lo sentí y lo sigo sintiendo. Pero lo mismo que luché por hacerme futbolista, tengo que luchar ahora para llevar mis negocios. La vida no perdona. Hay que hacer cada cosa a su tiempo. Si yo tuviera ahora veinte años, seguro que volvería a fichar por el Atlético de Madrid. Y la mar de contento.

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